Me encuentro en un incómodo sillón viendo la película “El Discurso del Rey”, una historia acerca del duque de York cuando se convirtió en el rey Jorge VI de Inglaterra. Me involucro tanto en el drama, que cuando menos lo espero estoy lleno de angustia y tristeza. Me inquieta demasiado ver al Rey que al querer hablar, no puede porque es tartamudo. Pienso en la incómoda y difícil situación para una figura pública. Por más que él desea hablar y por más que lo quieren ayudar, es algo incontrolable que no puede superar. Su dolor me recuerda los crueles episodios que la vida tiene para muchas personas. Mientras sufro junto al personaje, inesperadamente siento una mano sobre mi hombro, volteo, y es una aeromoza que me interrumpe diciendo en inglés, “¿Le puedo ayudar en algo?” ofreciéndome un pañuelo desechable para limpiar mis lágrimas. Con pena por mi condición, me ubico que estoy sobrevolando el océano rumbo a un viaje de negocios a Hong Kong. Miro a mi alrededor, y veo que la mayoría de los pasajeros están durmiendo. En medio de ese silencio nocturno, me dio pena que mi tristeza le hubiera llamado la atención a la mujer que se acercó a ayudarme.

Esa película me hizo recordar terribles situaciones y pesadillas que tenía olvidadas, incluso superadas. Soy disléxico y fui tartamudo de niño y adolescente. Yo era como el personaje de la película. No podía hablar… En aquel entonces todos trataban de ayudarme y adivinar lo que quería decir. Eso resultaba peor ya que me ponía más nervioso y menos podía hablar. Me quedaba atorado en las primeras sílabas y al final, mejor callaba.
   Al tratar de justificarme con la sobrecargo, empecé a tartamudear de nuevo, era lógico que al revivir mis experiencias esto sucediera. Con la película recordé momentos difíciles de mi vida. Una de mis peores pesadillas era verme obligado a hablar frente a un pequeño público, o frente a los compañeros de clase. A menudo despertaba aterrado y bañado en sudor. Me atormentaban tantas cosas en aquel entonces. Me preguntaba; a qué podré dedicarme para no verme obligado a hablar, o cómo podré llegar a tener pareja en mi condición.